La Rana Libertadora es un héroe insurgente encapuchado del tipo de El Zorro o Robin Hood que, para ayudar a los miserables y a los desamparados, se opone contra una tiranía y toda su opulente corte, auxiliado por una cuadrilla de marginales.
Las Crónicas de la Rana Libertadora, son un ciclo de novelas de un servidor -tardé más de 20 años en estar preparado para escribirlas- que transcurren en el universo de fantasía collen del resto de mi obra. Los borradores del tomo I y II ya están terminados y esperemos que la primera de las entregas pueda ver la luz en 2014.
Les comparto un extracto. El breve capítulo 3 sobre Mortim, un joven que fue niño de la calle y que no sabe aún, que muy pronto tendrá que ser La Rana Libertadora:
3
La Fuente del Troll
…”Antes de la primera insurgencia de Gyllpiön El Grato,
Sólo los bufones se atrevieron a retar al tirano Damottrano,
Saliendo a las calles con sus gracias, títeres y parodias,
Para salvar a la gente con sus risas. Y lo pagaban caro”…
Mortim salió a la Plaza del Troll al bullicio de la mañana, cobijándose en su amplio manto negro, sin saber que lo que quería, era que lo abrazaran.
Amordyss y Schroll habían dejado el Callejón de los Robaniños trepando a los tejados por los barriles del fondo, pero el joven capataz demoró atrás con el pesado amodorramiento de lo que no sabía, era melancolía.
El sol había burlado por un instante el cielo anegado en grises y estrellaba su prístino silencio en lo alto de las puntas de las torres y catedrales.
Se sentó al borde de la Fuente del Troll, del otro lado de las lavanderas, y jugueteó con la larga punta de su bota sobre la cara a medio reventar del bufón labrado en la fuente, estrangulado por el troll de piedra que dominaba el centro. Tampoco sabía que lo que quería, era pisarle la cara alguien.
Un perro callejero se acercó a la Fuente del Troll a beber con cautela. Las costillas vencían a la piel y tenía las orejas y el lomo pelados, henchidos y cuarteados por la sarna, con la cola metida entre las patas. Mientras husmeaba el agua, miraba de un lado a otro, casi con culpa, casi con hastío, preparado para huir a toda prisa.
El joven capataz le devolvió al perro la mirada y calculó que, sin tener que pararse, con sólo girar sentado sobre el borde de la fuente, podía patearlo en medio de las costillas. El perro de reojo lo miró en susto y sospecha y se alejó de la fuente con premura.
-¡Quítate perro tripón! –dijo un sirviente de capa larga y boina ancha que entonces daba la vuelta a la fuente y que tropezó con la criatura que huía. El perro reculó chillando y, tal como si la queja del animal lo hubiera espoleado, el sirviente le pateó el hocico sacándole un aullido súbito, hueco y lastimoso, arrojando al perro a la carrera hacia la esquina más cercana.
Cuando pasó junto a él, Mortim le puso el pie al sirviente, derribándolo aparatosamente, porque la capa al vuelo le impidió poner las manos. Hallábase quejando el sirviente sin atinar a salir del enredo de sus ropas, cuando Mortim se levantó de un salto y le pateó al bulto, girando al sirviente gimiente sobre las losas percudidas de la plaza, librándolo, ahora sí, del embrollo de su capa.
-¡Hijo de siete padres! –jadeó el sirviente comenzando a levantarse con dificultad sobre sus rodillas, buscando la empuñadura de su espadín.
Mortim se le plantó a la cara abriéndose el manto para coger con las manos la empuñadura del látigo y de la daga, mostrándole con las herramientas de su oficio, quien era y de que era capaz.
El sirviente se alejó levantándose para huir en la dirección contraria a la del perro callejero.
Mortim suspiró sin comprender que se sentía culpable, pero no por el sirviente.
Se alejó a toda prisa por si el perro aún se había quedado con sed.
Eso sí lo sabía.
Me gusta todo, me gusta el personaje y la forma de describirlo. ¿Qué aspecto tiene? Me gusta la ambientación, la Plaza del Troll, el Callejón de ls Robaniños, me gusta el perro flaco. Me intriga y me gusta. Pero bueno, ya te leí la partida de Celeborn y sé cómo escribes. A ver si te lo publican, no sé cómo van las cosas en tu país, pero aquí, mal. Enhorabuena y no lo dejes.
!Hola Pilar! Muchísimas gracias por tus comentarios y por haber leído “La Partida de Celeborn”. Honor que me haces.
Te puedo comentar que la situación acá en México, es tristísima: llevamos más de tres décadas en una crisis consistente, primordialmente, en la corrupción de un Estado fallido por todas su partes y la miseria contrastando con una elíte cada vez más privilegiada… y mientras el resto de latinoamérica despunta el logros sociales y económicos nosotros vamos en retroceso. ¿Y qué me puedes contar de tu patria? ¿Cómo están las cosas allá?
Y, ya que me pregntas, en algún momento cuando un comisario ve a mortim sin capucha, se queda azorado de lo corriente y simplón del rostro de mortim, al que se figuraba con mayor garbo: es un sujeto de rostro inocuo ni guapo ni feo, frente estrecha, expresión torva.
Y, una vez más, gracias por pasar por esta arboleda y dejar tu brisa entre las hojas.
…”-Déjame verte. Quítate la capucha.
Mortim se sorprendió por la docilidad con la que obedeció. Nunca se quitaba la capucha del todo. Era su verdadero hogar. Sin ella, se sentía como un caracol desnudo. Su cabello oscuro era espeso, quebrado y grasoso. Sus ojos, redondos, hundidos, oscuros y tristes; las cejas largas, la nariz cualquiera, la boca amarga y el mentón firme. Pese a la piel curtida y ls patas de gallo, Gomberlina se sorprendió de su juventud y vulnerabilidad. Se había hecho a la idea de que era su insistente acosador era más bien un zafio medio idiota. Le gustó equivocarse. Sonrió”…