
No es la intención de quien esto escribe dar por absoluta una verdad. Tolkien hablaba sobre el derecho de la “aplicabilidad” de cada lector para desentrañar a partir de su propia experiencia el sentido de su obra, en contraste con la alegoría que tanto despreciaba, como el artificio de un autor de ocultar, en una trama, un sentido único, un mensaje al borde del panfleto.
Tan sólo ejerciendo el derecho a esta aplicabilidad, no se considere este texto sino una plática de café con un servidor y sus convicciones, al rescate de las pluralidades y de los derechos de las mujeres, cuando vergonzoso resultaría recular en lo que se ha alcanzado con tanto empeño en contra de numerosas hegemonías.
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Vang goh_Barad-dur
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Tolkien y el relato de la política
Un misterioso extranjero entra a una taberna. Un carismático barbagris. Poeta. Guerrero. Se sienta a la mesa de unos profesores locales y les cuenta como, en un país extranjero, vivía en un rancho tranquilo hasta que estalló una revuelta en la que un grupo de salteadores comenzó a asesinar sacerdotes, clavándoles crucifijos por los oídos y la garganta. En el caos, unos monjes carmelitas le piden que los esconda y el poeta así lo hace de todo corazón, recién tornado católico pocos años ha, por su esposa. Los salteadores alcanzan su casa y descubren a los sacerdotes, matándolos a todos. El poeta y su esposa apenas logran escapar, salvando de las llamas archivos de la iglesia carmelita. Así que el poeta decide tomar las armas y sumarse al ejército que les enfrenta, hasta que al fin, ha regresado a su país, allí en la taberna donde departe con los profesores que han quedado estupefactos por la gallardía de su relato.
Salvo uno de los maestros, quien detesta la poesía del misterioso personaje y quien desconfía de los sacerdotes por principio –tipo listo- . El poeta se ríe de él y los demás profesores desatan el escarnio contra su colega.
La taberna es The Eagle & Child. El poeta guerreo es Roy Campbell. Quien desconfía de él es el escritor C.S.Lewis, afamado por su activismo protestante, y J.R.R.Tolkien es uno de los profesores admirados por el relato del poeta. Pero el año es 1944, el país extranjero es España y “la revuelta de salteadores” era el legítimo ejército republicano, en contra del execrable golpe de estado fascista de Franco.[1]
Y no existió, en este relato, el contar de un García Lorca fusilado de espaldas en Granada por ser Homosexual. Ni un Miguel Hernández y el niño yuntero. Ni la valiente y última resistencia de Barcelona, -como Beowulf en su lucha final contra el dragón, o la Numancia céltica toda ella suicida, para no caer en la ruina de las manos de Roma, podría narrar a su vez un antifascista-, ni los cientos de miles de exiliados, hombres, mujeres, ancianos y niños, al pie del invierno en los Pirineos, para ser recluidos más tarde en los campos de concentración de Francia y deportados de vuelta a Franco por el taimado gobierno de Vichy. No hubo lugar en ese relato para un Antonio Machado, muerto de tristeza y pulmonía durante la marcha del exilio, en la fronteriza Colliure, cuando el penúltimo poema de ese gran enamorado de Leonora y Guiomar, fue para México en agradecimiento, por abrirle las puertas a miles de exiliados españoles, con estas palabras:
Varón de nuestra raza,
équite egregio de las altas tierras
entre dos sierras madres,
noble por español y por azteca
tú has sentido solicito y piadoso
-sonrisa paternal, mano fraterna-
el rudo parto de la vieja España
y a la que va a nacer España nueva
acudes con amor, Méjico, libre
libertador que el estandarte llevas
De las Españas todas
¡Te colme Dios de luz y de riquezas![2]
Pero nada de esto existe en el relato de Roy Campbell, donde en cambio, esos niños, y sabios que se fueron a ultramar a encontrar otro hogar, se les llama solamente “esos rojos en sus camiones envueltos en pana”. Así que esa noche y en esa mesa, sólo prevalece el poder del relato de “el poeta” y su versión épica se torna en verdad para los presentes, quienes asumen por consonancia narrativa, que todo lo malo que se dice de Franco es propaganda comunista y están dispuestos a creer lo bueno que se dice de él, porque al final, acaso sólo quedará palpitando la imagen de los sacerdotes apuñalados grotescamente con sus propios crucifijos.
Y el Señor de los Relatos, Tolkien, quizá quedara preso de la “verdad” que escoge por la pura fuerza de la narración de Campbell, tal como su cosmogonía se transformará en “verdad” sobre la condición humana para sus lectores. Hubo sido reducido por la voz de Saruman y abandonado a Theóden en las ruinas de Isengard, para subir a tomar el té con el hechicero tecnománte. Sólo C.S. Lewis ha quedado, como Gimli, inmune a la narración por su (prudente) menosprecio a la Iglesia Católica, habiendo descubierto él, amo y señor de las alegorías cristianas en su obra la fusión de catolicismo y fascismo que ordeña la miel ingeniosa e infecta del relato.
No así J.R.R., católico en una Inglaterra rabiosamente anticatólica, a quien la familia Tolkien, del lado de su padre, lo abandonarían a él, a su hermano Hillary y a su madre Mabel, porque ella se negó a abandonar el catolicismo. Y en el ostracismo y la pobreza, pronto morirá Mabel de diabetes, quedando sus hijos en orfandad, librando la indigencia sólo gracias al padre Morgan, que desde entonces cuidará de ellos hasta asegurarse que Tolkien entre a la universidad, para tornarse en uno de los más importantes filólogos de su tiempo y uno de los más trascendentes escritores del siglo XX.[3]Así que, más probablemente Tolkien se hallara impelido a tomar partido por la iglesia católica, minoría en Inglaterra.
Pero… ¿Es suficiente este episodio de falibilidad, para etiquetar a J.R.R. Tolkien de fascista? Porque esta es la única fuente que tiene wikipedia para, imprudentemente, anunciar que “apoyó a Franco”. Muchos intelectuales italianos lo consideran fascista (entre ellos Norberto Bobbio), sólo por que en los años 70, la ultraderecha italiana eligió a El Señor de los Anillos como contexto para sus grupos de choque, en donde, por ejemplo, la Alleanza Nazionale utilizó imágenes de la película The Lord of the Rings de Ralph Baskin (1978), para promover el discurso de uno de sus líderes.[4]
No obstante y del otro lado, El Señor de los Anillos ha sido una de las banderas ideológicas del movimiento hippy de los años 60 y que hubiera inspirado la causa de la fundación ecológica Greenpeace, no parece suficiente a los detractores para llamarlo “ecologista” o revolucionario”. Pero no necesitamos entrar en el terreno de la interpretación de los eventos antes mencionados, sino que son estos algunos ejemplos de la recepción de una obra maestra, de una obra de arte, tan abierta a la interpretación de sus múltiples lecturas, por tiempos o civilizaciones distintas, ajenas, por supuesto, a lo que hubiera latido o no en la poética de un autor.
Mas aún y volviendo al episodio de Roy Campbell, “el poeta”… ¿Cuántas veces en la ignorancia, algún grande no ha quedado prendado por la verdad a medias de la esperanza de alguna utopía? Tal como Sartre apoyando al régimen stalinista antes de las revelaciones cruentas de grave costo humano en la Unión Soviética? ¿Y no le dedicó Beethoven su 5ta sinfonía, la Heroica, a un Napoleón tenido como adalid de las ideas de la Revolución Francesa, para después renegar de él y de ello, tras la develación de sus campañas imperiales? De modo que, si el relato de Campbell es la única prueba del “espíritu reaccionario” de Tolkien, veamos, en las propias palabras de sus cartas, sus ideas personales sobre política, para atisbar sus opiniones sobre el nazismo, el socialismo, la Unión Soviética y los Estados Unidos.
Comencemos con el tema en candencia: la izquierda y el socialismo que, en efecto, no era de su agrado, pero no por la defensa de la propiedad privada e incluso no necesariamente antagonizado por el ateísmo a ultranza, sino como él dice más abajo:
No soy socialista en sentido alguno –pues soy contrario a la “planificación” (como debe ser evidente), sobre todo porque los “planificadores” cuando adquieren poder, se vuelven malos[5].
Curiosamente, sí fue acusado de socialista por los postulados sociales del gobierno de La Comarca, de hecho, algunos autores que han querido leer en El Señor de los Anillos a Mordor como el nazismo, han postulado el saneamiento de La Comarca como un testaferro contra el comunismo. Al respecto revira Robert Plank[6] y apunta que, en todo caso, Zarquino (Sharkey) y sus secuaces, establecen un yugo más parecido al fascismo que al comunismo, el cual lleva siempre una carga de ideología y propaganda presente en su desempeño (ausente en el saqueo de Zarquino y sicarios), en tanto el fascismo con lleva la anuencia y apoyo de la clase privilegiada, tal como ocurrió con Otho Sacovilla-Bolsón, al menos en un principio.
Aunque justo sería agregar que Tolkien aborrecía estas interpretaciones alegóricas y al mismo respecto apunta en uno de los prólogos de El Señor de los Anillos:[7]
La guerra real no se parece a la guerra legendaria, ni en su proceso ni en su conclusión. Si hubiese inspirado o encaminado el desarrollo de la leyenda, entonces, por cierto que el Anillo habría sido utilizado contra Sauron; no habría sido aniquilado sino esclavizado, y Barad-dûr hubiera sido ocupada y no destruida. Saruman (…) hubiese encontrado en Mordor los eslabones perdidos sobre la historia del Anillo, y no habría tratado en fabricar un Gran Anillo propio con el que podría desafiar al señor de la Tierra Media. En ese conflicto ambos bandos hubieran odiado y despreciado a los hobbits; no hubieran sobrevivido mucho tiempo ni siquiera como esclavos.
Por otro lado es innegable el desprecio y la animadversión de Tolkien al nazismo, incluso desde antes de la guerra, cuando en 1939, editores alemanes que tenían la intención de traducir El Hobbit, le preguntaron si su apellido era de origen “ario” y esto es lo que respondió molesto,[8] primero a su editor:
No considero la (probable) ausencia de toda sangre judía como necesariamente honorable; tengo numerosos amigos judíos y lamentaría dar cualquier fundamento a la idea de que suscribo la doctrina racista, perniciosa y del todo anticientífica.
Y después, responde así a la editorial alemana:
Lamento no tener muy claro a qué se refiere con ario. No soy de extracción aria: eso es, indo-iraní; que yo sepa, ninguno de mis antepasados habla indostano, persa, gitano ni ningún dialecto afín. Pero si debo entender que quieren averiguar si soy de origen judío, sólo puedo responder que lamento no poder afirmar que no tengo antepasados que pertenezcan a ese dotado pueblo.
Más tarde, dos de sus cuatro hijos participarían en la Segunda Guerra Mundial contra el nazismo. Él se debatía en escribir El Señor de los Anillos y se lo mandaba en episodios a su hijo Christopher, en campaña en el norte de África y en una de esas cartas comenta[9]:
De cualquier modo, guardo en esta guerra un ardiente rencor privado –que me haría probablemente un mejor soldado ahora a los 49, que cuando lo fui a los 22- contra ese pequeño cabal ignorante de Adolf Hitler, por arruinar, pervertir y tornar para siempre maldito ese noble espíritu nórdico, una suprema contribución a Europa que siempre he amado e intentado mostrar en su verdadero esplendor.
Y no obstante, no era insensible a la tragedia humanitaria que también sufrían los civiles alemanes en la guerra, irritándose con la actitud, igualmente racista, de algunos ingleses:
Sabíamos que Hitler era un pillo vulgar e ignorante además de tener otros defectos (o la fuente de ellos), pero parece que muchos (…) que no hablan alemán, si tuvieran la oportunidad, manifestarían a mayor parte de las características hitlerianas. Había un solemne artículo en un periódico local que abogaba seriamente por el sistemático exterminio de la entera nación alemana como única medida adecuada después de la victoria militar (…). Los alemanes tienen igual derecho a declarar a los polacos y a judíos alimañas exterminables y subhumanas, como nosotros a los alemanes; en otras palabras, no tiene derecho, no importa lo que hayan hecho.
Su opinión sobre la Segunda Guerra Mundial, como su postura estética en El Señor de los Anillos, no entrañaba ningún maniqueísmo, e incluso tenía presente el doloroso proceso que entrañaba en la historia:[10]
Estamos intentando conquistar a Sauron con el Anillo (y según parece) ganaremos, pero el precio es, como lo sabrás, criar nuevos saurons y lentamente ir convirtiendo a los Hombres y Elfos, en Orcos.
Conforme llegaba a su fin la Segunda Guerra y vio prefigurarse la Guerra Fría, no tomó partido por ninguno de los bandos, ni siquiera el de su patria:[11]
No conozco nada sobre el imperialismo británico; americano o en el lejano oriente, que no me llene de dolor y repugnancia, me temo que no tengo un chispazo de patriotismo en lo que resta de esta guerra (…). Sólo puede beneficiar a América o a Rusia (…). Pero al menos la guerra entre Rusia y América no estallará todavía por un año.
Y el ascenso del poderío norteamericano tampoco era de su agrado y ya preveía la hipocresía de su propaganda política:[12]
Las ideas asociadas con “libertad”, tal como se emplea la palabra en la actualidad (…), la propaganda ha abusado tanto de la palabra que ha dejado de tener valor alguno para la razón y se ha convertido en mera dosis emocional para generar calor. En el mejor de los casos parecería implicar que los que dominan a uno, deberían hablar (como lengua nativa) el mismo idioma; que es en última instancia a lo que se reducen las ideas de raza, nación; o de clase.
Si se oponía al nazismo, no era simpatizante del comunismo, ni del imperio británico y su Common Wealth, ni de la ascendente estrella del liberalismo norteamericano ¿Cuál era entonces su simpatía política, si acaso?
Él mismo se lo explica a su hijo en una de estas notables cartas[13]:
Mis opiniones políticas se inclinan más y más hacia el anarquismo (entendido filosóficamente, lo cual significa la abolición del control, no hombres barbados con bombas), o hacia la monarquía inconstitucional. Arrestaría a cualquier persona que empleara la palabra Estado.
Ponderemos la segunda parte de esta afirmación, en lo concerniente a la “monarquía inconstitucional” y esta vez sí, ejerceremos el derecho, no a la alegoría sino, como Tolkien decía: “a la aplicabilidad” de la experiencia del lector ante la multitud de significados de una obra de arte: y el caso es Bardo de Esgaroth y la meritocrácia.
Tras la caída de Smaug y de la Ciudad del Lago, el gobernador es una muestra de los típicos vicios de la burocracia de una democracia moderna donde, tras una supuesta legitimidad de voto popular (de voto oligárquico, para ser más precisos, de “los ancianos y los sabios”, dice el gobernador), estos políticos hacen negocios personales con recursos públicos, con gran gozo de su enriquecimiento ilícito y, peor aún, ante una crisis mayúscula, el gobernador se desentiende del resto de sus conciudadanos sobre los que tiene una responsabilidad, arrinconándose en su campamento, buscando la mayor cantidad de comodidades posibles, entre el fuego y la comida, tratando despóticamente a sus sirvientes y abandonando a su suerte a los enfermos, las mujeres y los niños. Su único mérito es su habilidad demagógica con la que logra salvarse de la indignación del pueblo enfurecido, redirigiendo astutamente la furia de la multitud, contra Thorin y compañía.
En contrate, Bardo no es solamente un héroe épico capaz de dar muerte al dragón por los hechos de las armas, sino que es, como Aragorn y Faramir, un guerrero que sin reparar en sus privilegios o en su gloria, se vuelca al servicio de sus semejantes con la misma convicción, tornando su anterior pasión guerrera, en industriosa compasión, atendiendo a los desposeídos sin mayor intención de protagonismo, sin proclamar su evidente liderazgo para su propio beneficio e, incluso, actuando pese a todo en nombre del gobernador, desplazando a un lado el posible botín político en beneficio de su comunidad. Es sólo hasta entonces cuando se revela como un verdadero servidor público, en la mejor tradición política de los próceres de diversos países.[14]
Y sólo también hasta entonces, se revela que es descendiente de la casa de Girion, señor Del Valle. No es la alcurnia de la sangre lo que hereda jerarquía y bonhomía –como prueban la caída de Isildur o Denethor-, es la meritocrácia y la empatía por sus semejantes, como se ha dicho, a través de la humildad y el servicio, lo que entrona con sus hechos a Theóden en los campos de Pelenor o de Aragorn, entrando en sigilo en la noche a las Casa de Curación, o la cabalidad de Faramir permitiendo la partida de Frodo y Sam, para ellos no hubo más ley o constitución que se requiriera, salvo la convicción de los individuos para cumplir con lo que consideraban su deber para con sus semejantes.[15]
Ahora bien, volvamos con la primera afirmación de las palabras de Tolkien al respecto del anarquismo. Una anarquismo autogestivo como el de Flores Magón -si se me permite el localismo a modo de ejemplo y la tan basta simplificación de sus ideas-, en donde la única solución para el género humano es la ulterior confianza en que cada uno de los individuos de una sociedad, sea responsable de sus actos, acatando sus obligaciones voluntariamente y ejerciendo sus derechos y libertades si atropellar a los de su semejante, y sin la necesidad de un Estado que tenga que ejercer “el legítimo uso de la violencia” para obligar a sus ciudadanos a convivir, sino viviendo todos los actos de un existencia en congruencia con las palabras de Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
Independientemente de lo utópico o no que pudiera resultar este planteamiento de anarquismo autogestivo más allá de un pequeño grupo de personas, es importante resaltar que es así como se plantea la vida cotidiana en La Comarca, con instituciones casi simbólicas y farsicas en este estado de cosas, tal como dice Eduardo Segura: “La autarquía anárquica (…) en la Comarca manda un alcalde, y luego está el jefe de correos y todo lo demás es llevarse bien con tu vecino”.[16] Y este estado de cosas buscan recuperar los hobbits tras el saneamiento de La Comarca, en lugar de algún otro pretendido ascenso de notables héroes al que hubiera conducido la trama de algún autor menor y más convencional que Tolkien, e incluso como suele ocurrir en los cuentos de hadas. Pero no, tras la victoria contra la invasión fascista de Zarquino-Saruman, los héroes hobbits en cambio, se preocupan primordialmente por la curación de los más desamparados e, incluso, Sam opta por la restauración de una Comarca para todos, esparciendo las arenas sagradas que le regalara Galadriel, en la Piedra de las Tres Cuadernas, el centro simbólico de La Comarca.
Y más aún, Frodo incluso invita a Saruman y a Lengua de Serpiente, a dejar las armas y a tener un lugar entre ellos, como libres, iguales y ciudadanos, sin importar su especie, cultura, linaje o siquiera sus hechos, invitándolos a vivir asumiendo sus responsabilidades y hechos, autogestivamente como el resto de los hobbits de la Comarca. “Has crecido” le responde aturdido, Saruman a Frodo.
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Tolkien by Tony Diterlizzi
2
Tolkien y las especies
Hace varios lustros, deambulando en una librería de Coyoacán en la sección de literatura fantástica, pasó por allí una pareja mayor y, el vetusto caballero, con tono de solvente conocedor le dijo a la arrugada dama a su lado: “Ah, sí. Este tipo” señaló a los libros de Tolkien junto a mí- era racista. Los orcos son negros, los buenos son rubios y los africanos y la gente del este son malos”. Me cocí en indignación, sin tener entonces la presencia de ánimo para meterme en una conversación ajena, ni la racional argumentación de lo que sabía en las entrañas era falso, pero más aún, quedé absolutamente azorado de escuchar tal disparate. Fue la primera vez que escuché una acusación de ese tipo y desde entonces, de tanto en tanto, brotan tales efluvios.
Así que al fin, con algo que decir al respecto, abordemos el tema civilizadamente…. O al menos lo intentaré (no abordarlo, sino ser civilizado).
El racismo es un infecto concepto que se basa en la supuestamente innata superioridad de un grupo humano sobre otro o, como diría María Moliner en su diccionario de uso del español: “exclusivismo de raza. Discriminación, nazismo, segregación racial”.[17]
Veamos pues: ¿Por qué encontramos primordialmente individuos de tipo caucásico en El Señor de los Anillos y más aún, en el Árbol de cuentos de Amalión de los relatos de Tolkien?
Bueno… ¿Quizá porque las historias ocurren en el ancestral noroccidente europeo, buscando construir una mitología para Inglaterra? ¿Quién se pregunta porque son todos mayas de cobre en el Popol-Vuh; u oscuros barbados en los textos mitológicos semíticos de la biblia, el Corán y la Torá; u ojigrandes oliváceos en el Ramayana; u oblongos mirares en los contornos del Rey Mono en China o cuerpos de ébano en los mitos de África primordial de donde todos provenimos?
Y sí, hay rubios entre los elfos de la casa de Finarfin, los hombres rohirrim de la casa de Eorl, los Barbirubios hijos de uno de los siete padres de los enanos o los hobbits de la rama alba, pero… ¿en verdad son superiores a sus hermanos de cabellos oscuros, como el tremendo Feänor –y todos los noldor que marcarán la pauta cultural de los Días Antiguos-; Beren, Lúthien, Aragorn, Arwen,[18]o los castaños pelirrojos de Frodo y Sam que serán la liberación de la sombra de aquellos días? Ah, pero ¿el asunto es que todos los anteriores pueden ser llamados todavía de un fenotipo “caucásico occidental”?
Bueno, veamos otros ejemplos de los llamados “casos étnicos” (cualquier cosa que eso signifique) y más aún, comencemos por los orcos, “negros y malos”.
Como mencionábamos previamente, hay quienes declaran de un plumazo, juicios fáciles como que El Señor de los Anillos es una obra maniquea donde sólo hay un enfrentamiento entre el bien y el mal. Este juicio suele ser emitido principalmente por quienes no han leído los libros, en vista de que ignoran que en la obra de Tolkien, nada fue malo en un principio y que, por tanto, no hay ni tal maniqueísmo, ni tal supremacía de algo tenido por “bueno” por sobre otro tenido por “malo”.
Morgoth fue antes Melkor y era un Valar cabal. Sauron fue Annatar y sirvió a Aulë como un ainur al servicio de su forja primordial. Los matices de grises están presentes a todo lo largo de la obra: desde la snob y mezquina Lobelia Sacovilla-Bolsón, al final de la Guerra del Anillo liberada en aplausos por ser la única en haberse enfrentado a los sicarios de Zarquino; o la desesperación de los gobernantes humanos ante la muerte de sus primogénitos y la oscuridad de los días que les toca vivir, que conducen a Denethor a la locura, mientras que Theóden, casi condenado a la misma suerte, logra sobreponerse y tener un final digno de sus más épicos ancestros. Así mismo, el error está siempre presente en los protagonistas: Gandalf equivoca su confianza en Saruman, a Aragorn se le desbanda la Comunidad del Anillo en Rauros, Galadriel casi cae en la tentación de tomar el Anillo Único y Sam, en un arrebato de prejuicioso sarcasmo, arruina la redención de Gollum para siempre.
Redención. Esa es la palabra clave. Boromir caído en desgracia se redime con su muerte valerosa, tal como Lobelia con su bravura ante el invasor; y más aún, el verdadero salvador de la Tierra Media es el patético asesino, traicionero, zalamero y adicto Gollum Sméagol. Y esta redención siempre está abierta, sin importar el grado de la caída. Los Valar se la ofrecieron a Morgoth y a Sauron, tanto como Gandalf se la ofrece a Saruman en las ruinas de Orthanc y luego se la ofrece una vez más Frodo junto a Lengua de Serpiente en la devastada Comarca.
¿Y los orcos? ¡Ah! Es que ellos no nacieron “malos” tampoco, sino que fueron en sus orígenes elfos a quienes a través del dolor y la desesperación se les corrompió –como a Gollum, o a Denethor-, primero en los calabozos de Uttumo y luego, en edades posteriores, Sauron “refinó” sus linajes infamados, con sangre humana.
En tanto, podría parecer que la discriminación ocurre más bien entre los humano ante lo élfico, con su talla ética, su sensibilidad artística, su empatía ecológica y su belleza feérica y, ciertamente, los más grandes de cada uno de los héroes que representan a una especie en El Señor de los Anillos, lo son por su filiación a lo élfico: Frodo es el más “élfico” de los hobbits, Aragorn el más “élfico” de los humanos y Gimli el más “élfico” de los enanos… Pero son los hobbits y no los elfos, los únicos capaces de cumplir con una la más esforzada misión en la historia de la Tierra Media; el Beren el humano el único capaz de tomar los Silmarils de la corona de Morgoth (la otra más esforzada empresa) y de ganarse el corazón de la más bella doncella de Arda; es Eärendil el semielfo el único en hallar la ruta a Valinor y traer la liberación de Beleriand y, cuando emerge el balrog de Moria y Gimli cae de hinojos y Legolas se cubre la cara en desesperación, son los humanos, Aragorn y Boromir, quienes desenvainan y se paran junto a Gandalf dispuestos a morir en armas.
No obstante, los orcos no son menos capaces de grandes proezas en la guerra: un solo campeón de Moria se libra de Aragorn y Boromir alancenado a Frodo –los mismos capitanes capaces de desenvainarle al balrog-; el vivales de Shagrat logra escabullirse de la masacre en la torre de Gorgor, huyendo con la cota de mithril y la daga tumularia, para entregarlos en Barad-dûr; Grishnákh es hábil en desentrañar el misterio del “tesoro élfico” de los hobbits y de huir de los terribles Urûk-hai; y de entre los orcos voluntariosos,el pequeño Snaga –no más que un hobbit en talla y posibilidades físicas-, prevaleciendo con su arco contra la amenaza de un orco más poderoso y bruto, que le amenaza. Azog el terrible derriba y decapita al mismísimo rey enano Thór y la estrategia aguerrida y suicida de los orcos en los Campos Gladios, dan por tierra con un pelotón de numenoreános que logran detener la huida y matar humillantemente en el fango, a Isildur, nada menos que quien viera caer a Sauron y tomara el Anillo Único de su propia mano.
¿Suficiente con la potencia épica orca? un orco halló marca en el ojo de Arathorn en el combate, dejando huérfano a Aragorn. Las cimitarras de la guardia de Bolg matan a Fili y a Kili, hiriendo de muerte a Thorin y Celebrían, la madre de Arwen, que se exilia de Tierra Media por las torturas que sufrió bajo sus manos.
No. Los orcos no son “menores” al resto de los pueblos de la Tierra Media, pero sí decadentes, como lo demuestra su uso del lenguaje, soez, depravado, cacofónico, abusando del argot sin amor alguno por las palabras, de tal güisa que, para entenderse entre las tribus orcas, se veían obligados a usar la Lengua Común porque, su idioma no fue fruto de su historia mitopoética, sino un artificio que Sauron inventó para ellos.
De hecho, si hubiera alguna categoría de distancia entre los pueblos, no es el color de la piel o la disposición genética con la que hubieran nacido, sino la diferencia entre los lenguajes, porque así como la Lengua Negra impuesta a un pueblo torturado es de poco gozo, en cambio los idiomas élficos constituyen uno de lis pilares líricos de toda la obra, pero ni aún así es sólo la talla estética lo que se impone sobre otras lenguas, porque los enanos en kuzûl, los jinetes de Rohan en rohirrim, los hobbits en sus coloquialidades, hacen del uso de las lenguas una descripción cultural, no la predominancia de un pueblo sobre otro.[19]
Volvamos entonces al problema “humano” y a los rincones de las supuestas difundidas diferencias racistas entre los proto caucácicos de las tres casa de los Atani ante el resto de los pueblos de los humanos de la Tierra Media: se acusa que otras variantes étnicas son malas o estúpidas en comparación con los descendientes de los Atani, porque son servidores de Sauron.
Los hombre de Harâd al sur, de clara referencia proto-africana (“oscuros y de lenguas rojas”), así como los variags del este en sus carros de guerra en probable referencia de proto-mongoles, ambas ejércitos enviados a la lid, sirven a Sauron acaso por una simple razón que no tiene que ver no con su sangre, ni con su cultura: sus reinos están demasiado cerca de Mordor y la dominación cultural del señor oscuro resulta demasiado avasalladora; del mismo modo en que los ejércitos romanos se constituían de celtas de la Galia, de germanos de más allá del Rhin, de egipcios, de hebreos o de habitantes de cualquiera de sus colonias.[20]
Esa dominación, se basa sobre todo en Tierra Media, en el engaño y las mentiras, precisamente racistas sobre lo que “los otros” de lo que los occidentales eran o debieran ser hacia ellos, como es el caso de los dunledinos prisioneros tras la batalla del Abismo de Helm, que se sorprenden de ser tratados con dignidad, porque les habían dicho que los “cabezas de paja” eran crueles y que quemaban vivos a sus prisioneros.
Es aún más evidente esta diferencia basada únicamente en los engaños del enemigo, cuando Sam, tras contemplar la emboscada de los montaraces de Faramir a los guerreros de Harâd del Olifante, se pregunta al mirar a aquellos que han ido a morir tan lejos de su hogar[21]:
Era la primera vez que Sam veía una batalla de Hombres contra Hombres, y no le gustó nada. Se alegró de no verle la cara al muerto. Se preguntó cómo se llamaría el hombre y de dónde vendría; y si sería realmente malo de corazón o qué amenazas lo habrían arrastrado a esta larga marcha tan lejos de su tierra, y si no hubiera preferido de verdad quedarse allí en paz.
Y hay quien podría rebatir: “Ah, pero ¿es que se les toma por tontos como para caer en los engaños del enemigo?”. Bueno, pues las mentiras de la Sombra no tienen barreras “étnicas”: Denethor desespera por lo que la palantir le ha hecho creer; el rey Elú Thingol somete a tan dura prueba a Beren por los prejuicios que él sí tiene contra los humanos, y Feänor desenvaina la primera espada en Valinor contra su hermano, por las mentiras del enemigo.
Si hay un aspecto democrático claro en el árbol de relatos de Tolkien, es que todos tienen la misma posibilidad de caer, sin importar cuán grandes e, incluso más aún: cuán más grandes y portentosos sean los personajes, más se encuentran al filo de la ruina; así que sin importar la especie, etnia, nacionalidad o clase social, todos tienen el derecho de caer estrepitosamente a su ruina: Melkor. Annatar. Feänor. Los numenoreanos. Denethor. Boromir. Frodo y, como se ha dicho, el más humilde indigente y arrabalero de los caídos, que aún en su mejor momento no fue más que un pescador rivereño, Gollum-Smeágol, es susceptible, con su caída, de salvar a todos cuantos son en su relato.
Ahora bien, así como todas las civilizaciones humanas tienen derecho a la misma dignidad y “derecho al mal” , [22] el caso más singular de respeto a lo “étnico” es el del jefe tribal Ghân-Buri-Ghân en el bosque de Drúadan: claramente no son tratados por el narrador como “salvajes” ignorantes. Antes que cualquier rohirrim, Ghân-Buri-Ghân percibe en el cambio del viento[23] –como Legolas-, el advenimiento de una nueva marea en la guerra, con la buena voluntad de los Valar de su lado; y participan los drúadan en la contienda a su manera sutil, guiando a los jinetes de Rohan al atajo a los campos de Pelenor, permitiendo con ello, la salvación de Minas Tirith al filo de la hora.
Más aún, no son tenidos estos aborígenes como una cultura menor a los que tienen que “civilizar” los victoriosos hombres de Gondor, porque viven en un estadio inferior de desarrollo, en tanto a la caída de Sauron, no se les impone una lengua y no se les fuerza a vivir de un modo u otro instalando MacDonalds en sus villas ni talando sus bosques para hacer minas o sembradíos –por referirnos a ejemplos contemporáneos de un colonialismo dolorosamente vigente en nuestros días-, sino que el rey Elessar Telcontar declara el derecho de los drúadan a vivir en sus modos y tierras ancestrales, tal como mandará también el derecho a la identidad e independencia cultural en La Comarca.
Finalmente, ha de ponderarse que las diversas especies de la Tierra Media, elfos, orcos, enanos, hobbits, son todos ellos manifestaciones de una única condición humana:[24]
Los Hobbits, por supuesto, representan una rama de la raza específicamente humana (ni Elfos, ni Enanos); de allí que las dos especies puedan vivir juntos (como en Bree), y se llaman Gente Grande y Gente Pequeña. Están totalmente privados de poderes sobrehumanos, pero se les considera como en contacto más íntimo con la “naturaleza” (la tierra y otras criaturas vivientes, las plantas y los animales) y anormalmente libres, según lo que es corriente en los humanos, de ambiciones o la codicia de la riqueza.
Se les hace pequeños (…) en parte para exhibir la mezquindad del hombre estrecho de miras y poco imaginativo; aunque no con la pequeñez ni con el salvajismo de Swift y sobre todo para mostrar en criaturas de muy escasa potencia física, el asombroso heroísmo de los hombres ordinarios “en caso de apuro”. Por supuesto, aunque esto es un hecho exterior en mi historia, los Elfos y los Hombres son sólo aspectos diferentes de los Humano y representa el problema de la Muerte vista por una persona finita, aunque con voluntad y consciente de sí (…) Los Elfos representan, por así decir, los aspectos artísticos y puramente científicos de la Naturaleza Humana elevados a un nivel más alto del que se ve de hecho en los Hombres.
Así que, la Comunidad del Anillo, en su hermandad, manifiesta el reencuentro de diversas expresiones culturales y étnicas de la humanidad, donde incluso los más antagonizados por su propia historia, como los elfos y los enanos, pueden llegar a reconciliarse –y con ellos, a sus pueblos y al pasado de sus pueblos-, con su gran amistad.
Así fue como la dama Galadriel intercedió por su enamorado Gimli para concederle, también a él, al primero de los enanos, paso franco al Oeste Bienaventurado.
POSDATA: Tolkien, cuando habló en su discurso de despedida de Oxford al respecto de la separación artificial que la academia tenía entre estudios lingüísticos y estudios literarios, lo dijo en estos términos: [25]
Desde luego, hay otras tierras bajo la Cruz del Sur. Yo nací en una de ellas, aunque no reclamo ser el más erudito de los que han venido aquí del Continente Negro. Pero llevo el odio al apartheid en los huesos; y detesto por encima de todo, la segregación o separación entre Lengua y Literatura. No importa a cuál de los dos consideren el Blanco.
Quizá hubiera bastado ésta sola cita en lugar del resto de la ponderación al respecto del tema del racismo, así que disculpen ustedes mi fascinación a mascullar sobre Tierra Media.
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Tolkien & Edith
3
Tolkien y las mujeres narradas
La literatura ha sido (hasta la novela moderna) un asunto en general masculino, y en ellas se trata abundantemente de la “bella y la falsa”. Esto es, en conjunto, una calumnia. Las mujeres son seres humanos y, como tales, capaces de perfidia. Pero dentro de la familia humana, en comparación con los hombres, no son en general, ni por naturaleza, más perversas. Más bien lo contrario.
Tolkien, Cartas.[26]
Ante la acusación de misoginia en Tolkien en donde Galadriel es una “representación ideal e irreal” y que Eowyn era “sólo un hombre sin falo”, que la escases de personajes femeninos en El Señor de los Anillos impedía que las mujeres se vieran identificadas y de que “lo femenino” en Tierra Media estuviera sólo manifestado en la Naturaleza, mi dama esposa estalló indignada y respondió: “¿Y qué los hace creer que yo no tengo derecho a identificarme con Faramir?” –su preferido- “¿Y qué tipo de mujer se cree que se tiene que ser para que ser una para definir la femineidad sólo por la Naturaleza?”
Pero antes de la pertinente honra al caso específico de la Dama Blanca Galadriel y la doncella guerrera Eowyn, acaso sea pertinente observar la relación que el autor tuvo con lo femenino y las mujeres.
J.R.R. Tolkien solía decir que, aunque se le conociera por su apellido paterno, él se sentía mucho más identificado por su herencia materna Suffield.[27]Su madre no era el caso tan común del siglo XIX de una mujer anulada en voluntad y potencia por los regímenes patriarcales de su hogar: Mabel Suffield de joven había viajado a África a evangelizar a las concubinas del harem del sultán de Zanzibar y había seguido a su marido medio mundo hasta Sudáfrica. A la muerte del padre de Tolkien, Mabel se había resistido a dejar el catolicismo, pese al chantaje de la familia adinerada de su esposo, que le costó que la abandonaran y la dejaran morir en la pobreza. La hermana de Mabel, Jane Neave, con quien estuvo en contacto Tolkien toda su vida, fue una de las primeras mujeres inglesas en obtener un título universitario en ciencias y vivía en un lugar llamado Bag End (“Bolsón Cerrado” en la traducción en español).
El Señor de los Anillos se escribió porque a Tolkien le pidieron en Allen & Unwin una continuación de El Hobbit, y el viaje de ida y vuelta de Bilbo Bolsón no se habría publicado si Elaine Griffiths, una alumna del profesor Tolkien, no hubiera pedido y leído el borrador, que se lo prestó luego a otra dama crucial, Susan Dagnall, que gestionó la posibilidad de que el texto fuera dictaminado por Allen & Unwin. Muchos años más tarde, cuando El Señor de los Anillos era ya un éxito mundial y la fama obligó a Tolkien a vivir en el anonimato, su único contacto con el mundo exterior fue a través de su agente Joy Hill, quien por cierto, tenía que aplicar técnicas de secrecía casi de espionaje de la Guerra Fría, para poder mantener a raya a los fanáticos que importunaban al profesor.[28]
Y sí, ciertamente la formación académica de Tolkien se desarrolló en un ambiente meramente masculino y los grupos literarios con los que convivió durante largos periodos de su vida (los T.C.B.S, los Coalbiter y los Inklings) fueron círculos primordialmente constituidos por varones, tal y tanto como correspondía a su ´época en su país.
Y otra vez sí, la proporción de personajes femeninos en El Señor de los Anillos es numéricamente breve (y en El Hobbit nulo), pero ha de tomarse en cuenta que es un relato de guerra proto medieval, y tanto como en las épicas de la antigüedad que tanto amó y estudió Tolkien –como en la Primera Guerra Mundial en la que participó-, la guerra era un territorio primordialmente masculino; y de hecho, distintos discursos feministas han puntualizado que durante los posibles matriarcados prehistóricos, acaso hubo una paz más sostenida entre el género humano y que, precisamente, la preeminencia del patriarcado fue lo que giró la historia hacia la guerra, arrinconando a la mitad de la humanidad femenina a la esclavitud de las labores domésticas y desterrándolas de la construcción activa de la historia, primordialmente constituida en los últimos siete mil años por los conflictos bélicos de los varones. Desde esta perspectiva, la guerra no sólo es un territorio primordialmente masculino, sino un fenómeno generado y sostenido por la masculinidad. No obstante, como se ha apuntado, tanto en lo familiar como en lo profesional, la presencia y opinión de las mujeres era mucho más relevante para Tolkien que para muchos de los varones, ilustrados o no, del siglo XIX y XX en cualquier lugar de occidente.
El caso particular de la presencia de su esposa y de su hija en su literatura, es obviamente más significativa, como podrá deshebrarse más adelante a partir de preguntarse entonces ¿qué papel tiene la mujer en el Árbol de cuentos de Tolkien? ¿Y qué tipo de femineidad es la que representa?
A saber: los personajes femeninos en su obra no son pasivas figuras románticas, amorosas y maternales como figuras medievales del amor cortés, pero tampoco son las destructivas Medeas (El arquetipo de la madre devoradora de sus propios hijos se traslada en Tierra Media hacia la figura monstruosa del demonio araña Ungoliath y su descendiente Ella-laraña) o seductoras devoradoras de hombres, tramposas taimadas de las que hay que desconfiar, sino individuos siempre notables y voluntariosos, desde Aredhel en el Silmarillion, cabalgando sola, eligiendo su camino fuera de su familia y luego escapando de su raptor que le tomó por esposa, a Morwen, [29]orgullosa en la pobreza; Aerin que asume ser esposa de un bandido para salvar al resto de su casa, Haleth, la princesa guerrera; la doncella Nellas que reta a rey Elú Thingol en la defensa de Túrin, [30] o Elwing arrojándose a la mar transformada en gaviota, guiando a Eärendil a Valinor para la salvación de Beleriand entera; hasta las mujeres ents que han abandonado las tierras de los varones ents porque ya no se entienden con ellos y no tienen porqué someterse a sus designios; la reina Erendis, autogestiva, que critica la superficialidad caprichosa de los semielfos, o la snob y ya vieja, Lobelia Sacovilla-Bolsón, que es la única hobbit en oponer una digna resistencia contra los salteadores de Zarquino.
Uno de los casos más paradigmáticos de presencia femenina en Tierra Media es la historia de Lúthien Tinúviel, la más bella doncella de la Tierra Media, personaje inspirado en Edith Bratt, la esposa de Tolkien, de tal guisa que incluso en su tumba se encuentra labrado el nombre “Lúthien” y en la de Tolkien, el de “Beren”. Lúthien elige a quien amar (a un hombre mortal y pobre por añadidura, dos veces despreciado por los prejuicios aristocráticos del rey elfo) y, cuando su padre se lo prohíbe y la encierra en lo alto de un árbol, ella se escapa y rescata (dos veces) a su amado y lo conduce a la morada del Maligno mismo; su mascota derrota a Sauron en combate singular y las artes mágicas y artísticas de Lúthien son tales, que logran confundir y encantar al Negro Enemigo del mundo, logrando además, robarle una de las joyas silmarils de su corona.
Tras la muerte de su amado Beren, ella, como Orfeo, canta a los dioses tal y tanto, que los convence de devolverlo a la vida durante el periodo de longevidad de un humano y al final de esa vida, ella renuncia a su inmortalidad para asumir el mismo destino mortal de Beren y que su espíritu se disuelva en la máxima incógnita del tiempo.
Este sacrificio vuelve a presentarse en otro personaje: Arwen, y también la prohibición de amor por parte del padre a que no se pueda consumar el amor mientras el pretendiente no emprenda una misión de gran envergadura,[31] esta vez, en el caso de Aragorn, enfrentando a Sauron, sirviendo a Frodo en la Compañía del Anillo y habiéndose tornado en el más notable de los reyes humanos hasta esos días.
Mientras el heroísmo de Lúthien es evidentemente activo, el de Arwen transcurre con sutileza al enfrentar tres terribles problemáticas: elige su propio camino y al hombre de su gusto, contra todos los deseos de su padre, por muy hijo de Eärendil y Elwing que haya sido. Como Lúthien, renuncia a la inmortalidad y aún si la Guerra del Anillo resultara bien librada, ella enfrentará la sombra de la muerte humana y, finalmente, ella regala además su pasaje al Oeste Bienaventurado de Valinor, simbolizando en la piedra blanca que lega a Frodo, otorgándole al pequeño y esforzado casi santo hobbit, la muy merecida esperanza de un consuelo a sus tantos sufrires y sin sabores.
Así como Lúthien fue inspirado en la esposa de Tolkien, el personaje de Eowyn lo creó para su hija, Priscilla. La doncella guerrera es la clara muestra del porqué de la ausencia femenina en el relato de la guerra de la humanidad en occidente; la sociedad a la que pertenece la circunscribe a sufrir lo que muchas y tantas mujeres han padecido en su situación: en primera instancia, el acoso sexual de Lengua de Serpiente, con la impunidad del cargo de consejero del rey. En segunda instancia, sólo por ser mujer en esos tiempos de necesidad de su pueblo, se ve destinada a que su participación histórica se circunscriba a hacerse cargo del tío senil y, aún cuando Theóden se recupera y lleva a la guerra, no hay razones de por medio que permitan a Eowyn ejercer su derecho a defender su nación o a su familia, pese a su cabalidad con la espada y su vigor a toda prueba, y cuando se le ofrece un consuelo de “ver acción en las armas”, es porque toda esperanza de salvación se habrá perdido y podrá ella morir en combate junto con los restos de su pueblo, cuando se extingan.
Así que, como Lúthien, Arwen o Galadriel, se rebelan al sino encadenando al que las condena, no ya sus enemigos sino, peor aún, los que las quieren; y Eowyn se tiene que disfrazar de hombre para poder tomar parte anónima en el combate y entonces, porque ella ha padecido la discriminación a su valor y su temple sólo y únicamente por cómo luce, es quien le concede la oportunidad a Merry de cabalgar él también a la perdición en el campo de batalla que Eómer y Theóden le han negado a ambos.
Y, llegada la gran hora del encuentro entre los mayores capitanes de la Guerra del Anillo, equivalente dentro del texto al duelo entre Héctor y Aquiles, Arturo y Mordred, Beowulf y Grendel, Don Quijote y el Caballero de la Luna, no es un campeón masculino y portentoso como Aragorn, ni un mago notable como Gandalf, quien hace frente al Rey Brujo en los campos de Pelenor. Es una mujer. Y la clara revelación de la femineidad, con ayuda de un rural humilde es la condenación del jinete negro, es la preeminencia de lo femenino contra la sombra y la presencia de lo pequeño y lo simple para derrotar a uno de los peores daños del mundo, lo que está contenido en la profecía que derriba a Khamûl, el Rey Brujo.
No es gloria lo que mueve a Eowyn, sino su amor a su tío y a su pueblo, y hablando de amor, también es singular su transformación romántica, porque no se presenta como “una mujer presa de sus emociones” sino como alguien con capacidad de madurar en sus relaciones, pasando del enamoramiento inicial a Aragorn (impetuoso, absorto y adolescente), a la mutación y asimilación de ese sentimiento en una admiración agradecida en las Casas de la Curación y, finalmente allí logra encontrar al amor más empático, maduro y correspondido con Faramir, nada más y nada menos que el varón más anhelado de las lectoras después de Aragorn (o lectores, cada quien su derecho a su propia y cabal intimidad).
En esta obra la femineidad se manifiesta acaso con ecos vibrantes de la mitología céltica, donde la mujer tenía derecho a la palabra, la sensualidad y las hazañas sin tener que renunciar a una por la otra, en contraste con el código simbólico sobre la mujer del mundo grecolatino, que postulan que si una dama rompe el molde de “la hembra reproductora del hogar” ejerciendo el intelecto y la ciencia, como atenea, o la solvencia en las armas y la libertad en el campo, como Artemisa, pierden con ello su derecho a la sexualidad y al amor correspondido,[32] sin tener que padecer “el castigo” de quebrantar su lugar, como en el caso de las amazonas, Atalanta entre los argonautas y Pentesilea entre los troyanos, donde su cabalidad con las armas la hubieron de pagar en sus tragedias amorosas. Eowyn sí combate y ama.
Y vence en las dos, derribando al más terrible de los capitanes de su tiempo y conquistando al más anhelado de los capitanes de sus días.
De modo que, en respetuosa respuesta a la polémica al inicio de este texto, después de la Doncella Guerrera, corresponde atender el caso de la Dama Blanca: Galadriel.
Desde un inicio, es singular, no sólo entre las mujeres, sino entre los elfos mismos. Parte de Valinor, no manipulada en la locura de Feänor que sí influyó a tantos contemporáneos cabales suyos –el mismo Fingolfin, Daño de Morgoth, entre ellos-, sino por sus propios deseos de conocer la Tierra Media, pero no es indiferente a la Matanza de Hermanos y es ella quien delata a los noldor ante Melian, provocando la furia de Elú Thingol (que prohibirá desde entonces que se hable su lengua, el quenya, tornándose el habla de los noldor en lengua “muerta” de la ciencia).
Es hermana de Finrod Felagund[33]y gana su corazón un cantor sindar de la corte de Elú Thingol (Celeborn, por supuesto). A la caída de Beleriand, se resiste a volver a Valinor (acaso por el orgullo o quizá aún ansiosa y curiosa de ver maravillas, y probablemente las dos cosas) y es ella también la inspiración de Celebrimbor para forjar los anillos élficos y más aún, se torna en a portadora de uno de ellos, cargando con las consecuencias de ejercer el poder y la necesidad de mantener inmóvil y a salvo del espacio y del tiempo, la tierra que ama, acarreando con ello la tristeza que colapsará, con el Anillo Único, la burbuja de aire de Beleriand que había sido preservada en Lothlórien, Rivendel y los Puertos Grises. Sabia, Galadriel desconfía de Saruman en el Concilio Blanco siglos antes de que Gandalf descubriera su traición por el peor modo, y pone ella a prueba al Portador del Anillo, resultando de la prueba burlada y puesta a su vez a prueba, al filo de cumplir todos sus afanes con el Anillo Único y de extender la beatitud y poderío que el anillo élfico le había dado sobre Lórien, para poder ajustar las fuerzas naturales de toda Tierra Media y moldearla como si fuera una obra de arte hacia la beatitud que ella conoce y anhela… siguiendo el mismo anhelo de artista en guerra contra lo efímero, que llevó a Melkor a revelarse contra Ilúvatar, el Eru.
Sólo que, a Galadriel se le ofrece esta oportunidad libremente, sin tener que obligar a nada o a nadie.
Y ella, la Dama Blanca, como sólo Bilbo, Gandalf y Sam lograron sobreponerse, ella también se trasciende a sí misma, resistiendo la tentación al Anillo Único, cifrando con ello, la esperanza del mundo.
¿Es pues ella, el arquetipo de la Reina de las Hadas, una simple evocación “plana y medieval”, pura, impoluta, imposible e inalcanzable imagen de una mujer?
No. Como dulcinea del Toboso, también suda y huele a cebolla.
Y no obstante, es ella la inspiración de la historia entera de los Días Antiguos, porque la luz viva que desprendía sus cabellos fue lo que dio a Feänor la idea de forjar sus silmarils, y cuando le pidió a Galadriel uno de sus cabellos para analizarlo en su taller, ella, irritada por la arrogancia y la vanidad el más poderoso de todos los elfos, se lo negó.
Pero en cambio, le dio tres a Gimli.
Y le consiguió pasaje al Oeste Inmortal junto a Legolas.
Me pregunto que habría opinado Celeborn al respecto…
Ah, y el único diálogo de Rosie Cotton en su reencuentro con Samzagaz, no son palabras de romance barato tan altamente merecidas, sino que, mirando azorada a Sam en su cota dorada y Aguijón a la vaina, le dice a quemarropa:
-¡Bueno, vete! –dijo Rosita- Si has estado cuidando al señor Frodo todo este tiempo ¿cómo se te ocurre dejarlo sólo ahora, cuando las cosas se ponen más difíciles? Aquello fue demasiado para Sam. O necesitaba una semana para contestarle, o no le decía nada. Bajó los escalones y volvió a montar el pony.
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Primera edición de «El Hobbit» en español, dedicado por Tolkien a Edith
Bibliografía
PEARCE, Joseph, Tolkien: hombre y mito, Barcelona, Minotauro, 2000.
MACHADO, Antonio, Poesías completas, Austral, Barcelona, 2001.
MOLINER, María, Diccionario del uso del español, Tomo I, Madrid, Gredos, 1998.
PLANK, Robert, “The scouring of the Shire: Tokien view of fascism” in A Tolkien Compass, Open Court, 2003.
TOLKIEN, John Ronald Reuel,-El Señor de los Anillos Tomo I: La comunidad del Anillo, México, Minotauro, 1992. –El Señor de los Anillos, Tomo II: Las Dos Torres, México, Minotauro, 1992. -“Sobre los cuentos de hadas”, “Hoja de Niggle” y “Mitopoeia” en Árbol y hoja, Barcelona, Minotauro, 1997. –Cartas, Barcelona, Minotauro, 1993. -“Discurso de despedida” en Los Monstruos y los Críticos, Minotauro, Barcelona, 1998.

Tokien handwritting about The Hobbit chapter
Notas
[1] J.R.R. Tolkien, Cartas, Minotauro, Barcelona, 1993, p.p 116-117. Y, Joseph Pearce, Tolkien: Hombre y mito, Barcelona, 2000, pp. 84-88.
[2] Antonio Machado, Poesías completas, Austral, Barcelona, 2001, pp. 465-466.
[3] Joseph Pearce, apunta el paralelismo entre el padre Morgan, prohibiéndole a Tolkien y a su enamorada adolescente Edith Pratt, que se vieran hasta que él cumpliera 21 años; y Thingol y Elrond (ambos nobles pero severos señores), prohibiendo la mano de Lúthien y de Arwen respectivamente, hasta haber completado esforzadas tareas. Y también apunta Pearce, que acaso el matrimonio de Sam tan dilatado al final de la ora, pero tan gozoso, pudiera ser un guiño de su propia experiencia.
[6] Robert Plank, “The scouring of the Shire: Tokien view of fascism” in
A Tolkien Compass, Open Court, 2003, pp. 108-109.
[7] J.R.R. Tolkien,
El Señor de los Anillos I: La Comunidad del Anillo, Conaculta, México, 2010, pp. 11-12.
[14] Como la generación de la Reforma, que derrotó a la invasión francesa y restituyó la República en México en los años 60 y 70 del siglo XIX. Muchos poetas que tomaron las armas o humanistas honestos que nunca robaron las arcas de su país e incluso, algunos de ellos, como Guillermo Prieto, que se fue a la tumba con el saco raído después de haber sido Ministro de Hacienda o el general Zaragoza, que habiendo sido sastre, le cosía los botones a sus soldados.
[15] Dirían algunos: El imperativo categórico kantiano.
[17] María Moliner, Diccionario de uso del español Tomo II, Gredos, Madrid, 2007,p.2473
[18] Ambas parejas íntimamente identificados con el propio Tolkien y su esposa Edith.
[19] Tema que además, tenía muy claro Tolkien, retomando un fragmento de la cita ya antes mencionada: “…Las ideas asociadas con “libertad”, tal como se emplea la palabra en la actualidad (…), la propaganda ha abusado tanto de la palabra que ha dejado de tener valor alguno para la razón y se ha convertido en mera dosis emocional para generar calor. En el mejor de los casos parecería implicar que los que dominan a uno, deberían hablar (como lengua nativa) el mismo idioma; que es en última instancia a lo que se reducen las ideas de raza, nación; o de clase…”.
[20] Tal como los tlaxcaltecas y otros pueblos indígenas mesoamericanos que participaron en la conquista española de las islas Filipinas o los argelinos en el ejército francés de la intervención francesa en México.
[21] J.R.R.tolkien,
Las Dos Torres, Minotauro, Barcelona, 2002, p.369.
[22] Esta expresión hace referencia a las palabras de una feminista –cuyo nombre no he logrado aún recapitular- que, a mediados del siglo XX, se quejaba de que en la política, si se descubría a un varón corrupto, se le atribuía a sus actos, pero si en cambio era una mujer la hallada en corrupción, se le disculpaba en la opinión pública como “seguramente engañada en amores” dando por hecho que, sin poder acuñar maldad en ellas, habían sido manipuladas por un hombre para sacar beneficio a través de ellas. Esta activista feminista declaraba que ese paternalismo era igualmente discriminante y que mientras no se reconociera también en la mujer “su derecho al mal”, no sería tenda por igual. Y lo mismo podría aplicarse a cualquier grupo minoritario en desgracia que, visto con paternalismo discriminatorio, se le evita la posibilidad de ser igualmente humano en lo turbio y en lo avieso, como en lo virtuoso y portentoso.
[23] Antes bien, recordando el comentario inicial sobre los personajes notables inclinados hacia lo élfico, en tanto lo élfico se puede encontrar en la íntima y armónica relación del individuo con la naturaleza, los drúadan con su forma de vida más cercana a los bosques, acaso se encuentren en un estado de mayor cercanía a lo élfico (y a la única que podemos denominar “gracia”) que los hombres de Gondor o Rohan.
[25] J.R.R.Tolkien, “Discurso de despedida” en
Los Monstruos y los Críticos, Minotauro, Barcelona, 1998, p.282.
[27] Tal como Bilbo (su más evidente alter ego) ante lo convencionalmente burgués de su lado Bolsón (Tolkien) y su parte salvaje y aventurera Tuk (Suffield). Incluso, así como el viejo Tuk, Tolkien tuvo un abuelo Suffield que pasó de los 90 años y que tuvo muchos hijos, algunos de ellos ya avanzada edad.
[28] Como un grupo de norteamericanos que acamparon en su patio y que lo vitoreaban en cuanto asomaba la cabeza… (¡Váyase a saber que insensatez también habría hecho el que esto escribe de haber coincidido en el espacio y el tiempo con él!)
[29] Con muchos paralelismos con la propia Mabel, la madre de Tolkien. La historia de Túrin Turambar le resultaba al profesor de una importancia cardinal que, a título personal, acaso se pueda entender como el ascenso y la caída de la humanidad entera en ese pobre, valiente y compasivo guerrero desgraciado por su arrogancia, talante iracundo, y claro está, abundantes dosis de mala suerte imbuida por el negro enemigo del mundo.
[30] Doncella que me es tan personal, que le dediqué el relato de fan-fiction:
La Partida de Celeborn. Dispensen el atrevimiento y falta de elegancia de quien escribe con esta mención tan fuera de lugar, pero para quien me honrase con su curiosidad, aquí dejo el vínculo a mi blog para leer el relato completo:
https://elmordyn.wordpress.com/2014/02/26/la-partida-de-celeborn/
[31] Joseph Pearce apunta el paralelismo entre el padre Morgan, prohibiéndole a Tolkien y a su enamorada adolescente Edith Pratt, que se vieran hasta que él cumpliera 21 años; y Thingol y Elrond (ambos nobles pero severos señores), prohibiendo la mano de Lúthien y de Arwen respectivamente, hasta haber completado esforzadas tareas. Y también apunta Pearce, que acaso el matrimonio de Sam tan dilatado al final de la ora, pero tan gozoso, pudiera ser un guiño de su propia experiencia.
[32] Aunque Atenea parece haberse enamorado de Odiseo, como lo muestra que ante los demás se aparece con el aspecto del anciano Mentor y sólo ante él se muestra como mujer. Más aún: cuando al fin entrega a Odiseo frente a Penélope, Atenea enfurece y lo abandona al peligro de los pretendientes armados, acaso como una adolescente que, ignorando lo que es el amor, es arrebatada rabiosamente por los celos y, sin saber cómo reaccionar, abandona a Odiseo sólo para volver con él poco después en su auxilio, arrepentida, quizá viviendo voyeristamente (¿o qué no se dice que son
tan humanos los olímpicos?) la consumación de su amor con el astuto de Ítaca a través del reencuentro con Penélope en el tálamo del final feliz.
[33] En opinión de quién esto escribe, el más grande de los elfos de Arda, junto a su hermana aquí tan cariñosamente honrada. El primero en descubrir a la humanidad y en amarlos por lo que son. Siguió a Beren en su empresa enamorada, dando la vida luchando con las manos contra un licántropo de Sauron, para que Beren tuviera la esperanza de seguir adelante al encuentro de Lúthien. Y así fue.

Mexico versión mapa Tierra Media
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