I
De los celtas
Es 1990 y seguirían emprendiéndose los borradores. En uno de ellos se hallaba la Rana Libertadora frente al castillo de Oxafreen para buscar al monje Rand. El monje era todavía un personaje robado de uno de mis libros juego (Los monjes del templo de la luna oscura, de Chris Martindale), pero “Oxafreen” sobrevivía los años para ser la palabra élfica que significara “Rana Libertadora”. En otro borrador en una colina de pinares (que soñé, con escarpadas laderas y lagos) en una cabaña, el héroe le ponía a Lionel su cinturón para hacer de ella una persona libre, como era el signo del hombre libre entre los vikingos en la Edad Media… (¿dónde había escuchado eso?)
En ese episodio de pronto quise incluir detalles de verosimilitud del entorno y descubrí que no sabía cómo eran sus ropas, ni cómo eran sus casas, ni qué comían, ni en qué creían, ni qué tipo de nombres o de convenciones sociales tendrían… Descubrí pues, que mis lecturas episódicas no me alcanzaban y aunque Tierra Media estaba muy detallada y ya me había asomado con nitidez a la Krynn de Dragonlance y a las Moonshaes de Faerun, debía buscar las fuentes de Tolkien para cultivar una civilización viva y real como había hecho él.
Pero… ¿Quiénes eran los pueblos de la Edad Media? Muchas naciones, sí… ¿Y todos los que no vivían en castillos eran vikingos?
Y así fue como paré los borradores de la Rana Libertadora por no menos que 18 años: cuando supe que no sabía nada y que debía aprender; y de pronto la duda se convirtió en un abanico imparable de posibles escandinavos, germanos, nórdicos, normandos, ibéricos, bretones, britanos, pictos, anglosajones, lusitanos, godos, ostrogodos, visigodos, iberos, galatas, helenos, romanos…
Pero a la búsqueda, un pueblo medieval se fue perfilando en mi interés una y otra vez, y que fui descubriendo su inigualable influencia en Tolkien, Dungeons & Dragons, en Willow y casi cada relato de hadas y duendes que más me interesaban:
Los celtas.
Así que dedicaría los siguientes años a investigar de ellos (y de entre ellos, cada vez más seducido por los cymry de Gales) y en esa búsqueda me adentré en la historia antigua y la mitología universal. Desde Gilgamesh a Napoleón, los descubrí por esa búsqueda… Que, dicho sea de paso: ¡viva por lo más alto los sumerios que inventaron la escritura, el pan y la cerveza con El Gilgamesh tan extraordinario relato cuento cuentos para adultos! Y el portento terrible y extrañísimo de Napoleón, sin el que no habría habido independencia de México. Celtas, sumerios y mexicas, resultaron a la postre mis civilizaciones preferidas.
II
De vuelta al borrador definitivo
Empero, si la narrativa sobre la Rana Libertadora tal cual tendría que esperar 18 años para escribirse, en cambio hubo abundantes borradores e intentos de crónicas y relatos de Merywm, en donde cada tanto volvía para atisbar un episodio a detalle, sobre todo con su vida discriminado entre los enanos, acuñando cada vez más detalles del mundo de Vellory que exploraba y cultivaba a través del juego de rol con el colectivo de Tierra de Quimeras.

No obstante, ninguno de esos proyectos con Merywm prosperó, porque parecía que la prosa detallada requeriría mucho contar de las desazones menores de mi halfling/hobbit mucho, mucho antes de que apareciera la Rana Libertadora entre las páginas.
Tendrían que pasar más de 15 años más de juego de rol y todo el proceso de escritura de la primera y segunda versión de La Biblioteca, antes de lograr entrar, a mis 32 años, a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, a la carrera de Creación Literaria para poder encontrar las coyunturas que me permitieran cosechar de nuevo lo necesario para atreverme a intentar contar la saga del héroe de los más, de los humildes.
El primer golpe de timón ocurrió en la clase de Novela II en un semestre magistral y anecdótico con interesantísimo grupo (¡entre los que se encontraba mi padre como alumno!) bajo la tutela de la escritora Adriana Jiménez García: el 29 de noviembre de 2007 presenté a la clase unos capítulos de un libro juego basado en el Reino del Verano (en el mismo contexto que mi primer libro recién publicado con Delfín Editorial, Hadas: Damas de Poder, escrito como texto de divulgación, pero también como primer paso simple hacia el mundo de Vellory de mis narrativas), ensamblable a la narrativa de mi novela corta La diminuta mariposa morada; cuando un lector inteligente y cabal llamado Roberto, tras escuchar mi lectura dijo: “¿Y? Yo te escucho y noto que hay ritmo, que eres una buena persona, pero no me quedo preguntándome ¿y?, a mí como escritor, como ser humano, tu texto no me dice nada”.
Fue sin lugar a dudas la opinión literaria más importante en toma mi carrera, porque si no estaba logrando decirle nada a un lector exigente e inteligente, entonces ¿Qué razón había en ese texto?
De regreso a casa caminando me pregunté: ¿Qué es en verdad lo más importante que tengo que contar sobre la condición humana?… El ascenso y la caída del Astado Señor de las Bestias y la insurgencia de la Rana Libertadora… ¿Podrían vincularse ambos?
Así, allí y entonces, aborté la otra novela corta y comencé a juntar las notas y a iniciar los diagramas para retomar, 18 años después de “Era una mañana nublada y triste…”, el proyecto de “novela total” sobre la Rana Libertadora, aunque aún me faltarían 3 años más de macerar ideas, estilo y contenidos, para poder empezarla, y 5 años más para poder terminarla, 11 años más para poder publicarla y 15 años para su versión en ebook que ahí viene a la vuelta.
Así que mejor iniciar temprano que tarde.
III
De vuelta al borrador definitivo
Al siguiente semestre a inicios de 2008 durante la clase de novela III con Mónica Lavín, inicié y presenté las primeras páginas. La memoria que tengo de las sesiones es siempre como si hubiera tomado clase debajo de los oscuros ramajes de los robles en la penumbra en el salón de clases. Así lo recuerdo porque así la evocación de ese arranque de novela: si había que contar le asunto del Astado, entonces debía arrancar con el remolino de cuervos persiguiendo al hombre desnudo con máscara de pizarra.
Empero, desde las primeras lecturas del taller la profesora, una gran escritora, famosa de talla, halló demasiado convulso el texto; por una parte mi prosa barroca y por otra el tema del universo narrativo exótico a presentar. Ese obstáculo a mis páginas no me era desconocido, pues tras mi estilo puro y personal de novela de La Biblioteca, me había esforzado mucho en depurar otro estilo más llano y simple de divulgación para las criaturas fantásticas para mis bestiarios del Reino del Verano de Delfín Editorial, que fueron mis primeros amados libros que publiqué.
La oscuridad del texto provenía sobre todo de un punto más delicado: no lo sentía del todo auténtico, no percibía su arte rezumar en la conmoción que la palabra me provoca y evoca, y cuyo rapto es la razón de que no soy feliz si no puedo estar escribiendo.
Y aquello correspondía a una razón: Merium (Merywm) ël mördyn (mis hobbits-halflings apócrifos) era ya un desconocido para mí.
Ese halfling mutado del Landon Brion de la infancia, que más tarde fue mi primera identidad en el juego de rol, era tan sólo una versión ni siquiera adolescente sino puberta, de un tipo fanaticoide y mordaz armado de identidad mía, que se había disuelto con mi paso a la madurez. Mi alter ego verdadero había sido ël mördyn patético y pusilánime de La Biblioteca, o incluso el Merdo palurdo de La Diminuta mariposa morada, apuntando al campesino simplón del arquetipo de Sam Gamgee.
Merywm Davirom, que era a quien siempre había querido para ser el cronista de La Rana Libertadora me era ya pues un completo desconocido.
Necesitaba redescubrirme.
Para descubrir a Merywm, sin embargo, tendría que redescubrir mi propia infancia y hacer las paces con ella.

La clave me la ofreció una materia del ciclo básico de la carrera de Creación Literaria, de las que algunos escritores pedantes de mi universidad quieren saltarse creyendo que nada pueden aprender de ellas. Cuando ingresé a la UACM, digámoslo ooootra vez, ya había escrito una novela, mi novela personal eje, La Biblioteca; y luego durante los primeros semestres en que comencé a publicar mis primeros libros: Hadas: Damas de Poder y Elfos, trasgos, gnomos, trolls y otras criaturas del rincón… pero el crecimiento como autor estaba en la humildad, y la prueba es que harían falta otros 10 años de extenuante trabajo para lograr dar el siguiente paso profesional de publicar en mi propia editorial la otra novela tanto tiempo añorada de la Rana Libertadora.
De tal guisa que vuelta a la disciplina de agachar la cabeza y aprender en la materia de primer contacto, llamada ICA, la profesora de filosofía María del Rayo nos conminó a hacer una larga tira de papel con el listado de toda cosa alguna que hubiéramos aprendido en la vida.
Y así fui hacia atrás, rastreando a la primera memoria de la conciencia de Medardo en una cronología lineal que comenzaba dentro del volkswagen gris de mi familia, enfrente de un campo baldío de grava negra (donde ahora se alza la alianza francesa de Texcoco de mis queridos amigos Scarlet y Stephane); porque allí recordaba con frustración que a los 6 años todavía no me dejaron entrar a los scouts que se reunían allí…
Y un poco más atrás, mi primer pensamiento voluntario y consciente recordado: yö pertenecía a la especie enemiga del mundo, que había exterminado al pájaro Dodo, porque aquella inocente y buena ave no sabía que tenían que ocultarse de los marinos que pasaban enfrente de sus islas, en las galápagos, y quienes burlándose de que no huían, los mataron a todos al pasar por las costas desde sus barcos.
Esa es verdaderamente mi primera memoria consciente: mi resentimiento a la humanidad por ser el enemigo de los animales. El enemigo del mundo natural.
De pronto me hallé ante la revelación de porqué había abrazado la opción de la fantasía para ser una criatura que no fuera humana, así fuera un halfling taaaan parecido a un humano, pero que no lo es. Todo menos que un humano.
Allí habitaba mi profundo amor a los animales y a la naturaleza, tan extensamente amada y personalizada por la literatura fantástica. Quien ama la obra de Tolkien, termina amando a la naturaleza, sí o sí. Allí nacía el desdén del niño aborrecible que fui con mis semejantes, mis compañeros de la primaria del colegio Juan Ruiz de Alarcón a los que les tiraba los colores o los obligaba a rascarme la espalda. Allí estaba la causa primera de mi crueldad con mi hermano Mabeygnac, disfrutando la impunidad de ser más fuerte. Y la aspereza con la que trataba a mis propios padres, avergonzado de los desplantes de cariño público.
Despreciaba profundamente a la humanidad y, resentido con su daño a la ecología, tenía una muy pobre opinión de mi propia pertenencia a la especie enemiga, por mucho que me creyera un niño listo y soberbio.
Pero siempre amé a los animales. Y en mi ignorancia no supe cuidar a muchos de ellos que compraba para mascotas y que murieron de formas terribles que me llenan de vergüenza, por lo que me juré llorando esas muertes, una tras otra, que no volvería a tener ningún animal que no quisiera estar conmigo. Como los perros. Los perros y yö hasta el fin. Soy, en el fondo, tan sólo, un perro callejero.
Mi hermano perro, “El Amigo” 13 años estuvo a mi lado hasta esa última mirada entre nosotros el 5 de noviembre de 1995.
Allí dolía. Allí había verdad. Hería la condición humana: ése debía de ser el origen de Merywm Davirom ël mördyn proto hobbit.
Y así fue como y porqué, de camino al metro a mi hermoso trabajo como profesor de Creación Literaria en el triple H. DIF Vicente Guerrero, del 6 al 8 de octubre de 2008, escribí la baladita infantil de 12 estrofas de 4 versos, para iniciar la historia de la vida de Merywm en este dilatadísimo umbral a la Rana Libertadora apenas redescubriendo a su cronista, con el mínimo de un cuento infantil de fantasía genérica que también homenajearía a los orígenes de la literatura fantástica en las epopeyas versificada del Gilgamesh.
Bajo la colina. Y lo ilustraría mi entonces muy querido amigo Ari Aboytes que había visto evolucionar mi fantasía con el gusto de pagarle el trabajo gráfico con la beca que mi hermosa universidad me proveyó.
A partir de ese instante, todo progreso de proyecto literario dejaría de ser la obra solitaria del artista ensimismado y buscaría, paso a paso, tener una salida editorial que me permitiera ir dejando migajas al lector y a mi historial profesional, hacia la Rana Libertadora.
